Y comieron perdices
¿Por qué nos habremos empeñado en pensar que somos
distintos? ¿Realmente tenemos alma? ¿Realmente nos creemos eso?
El ser humano es inteligente. Es con diferencia (aunque la
mayoría no lo demuestre) el animal con el pensamiento más complejo y profundo
de todos. Somos los únicos animales que tenemos la capacidad de razonar sobre
nosotros mismos. También tenemos la capacidad de pensar sobre temas más
complejos, como el porqué de la vida, el porqué de la muerte, y qué hay detrás
de todo esto. Pero, ¿acaso eso nos otorga un alma?
La gente no se podía creer que algo tan inteligente como
nosotros no estuviera hecha realmente de una madera distinta. No, no podía ser
que fuéramos vulgares animales que le saben dar más al coco. Nos creíamos especiales.
Aún queda lo más importante: Aunque somos lo suficientemente
listos como para pensar sobre la muerte, no hemos sido tan inteligentes como
para aceptarla. Nos aterra pensar que dentro de cincuenta, cuarenta, diez, o
incluso dentro de un día, podríamos dejar de existir. Somos listos, pero eso
nos ha hecho aún más cobardes para dejar la vida.
Entonces, al creernos especiales y estar aterrorizados,
llenamos nuestro vacío con una respuesta fácil: creamos el alma. No podemos
pensar en dejar de existir algún día, eso nos aterra. Además somos distintos.
Pues seamos distintos: no dejaremos de existir, ¡no estamos huecos, tenemos
alma! Algún día, dejaremos este cruel mundo y nos iremos a uno mejor y eterno,
y seremos felices y comeremos perdices. Y con este cuento para niños, podemos
irnos tranquilos a dormir a la cama, con la conciencia completamente limpia.
Pero qué os creéis, ¡despertad! ¿De verdad os consideráis algo distinto, algo
perfecto, con un espíritu por dentro que nos salvará de todo?
La vida es cruel, amigos. La naturaleza es cruel. Que
tengamos un cerebro sofisticado no significa que nos salvemos de todo esto. La
muerte es la manera en que pagas la enorme coincidencia de haber nacido, y el
saber que vas a morir no hace que puedas evitarlo de una manera u otra.
Concluyo diciendo que la capacidad de razonar como razonamos
se la debemos a la evolución. Nuestro cerebro se desarrolló por unos motivos u
otros, y el efecto secundario fue el poder reflexionar sobre nosotros mismos y
nuestro destino, algo que evolutivamente no sirve para nada, excepto para
devanarnos los sesos. Aquí nos sacan ventaja los animales: no piensan en cómo
será su hora póstuma, sólo viven. No piensan ni en el pasado ni en el futuro,
sólo en el presente. En esto son más inteligentes que nosotros.
¿Inventar, según su teoría, el alma no tendría ningún motivo racional?
ResponderEliminarSi te refieres a buscar fundamentos racionales con los que probar que el alma realmente existe y no es sólo cuestión de fe, me parece que serían un poco rebuscados o absurdos (Me gustaría ver la fórmula matemática que te permite calcular la dirección de tu alma después de morir materialmente), al menos ese es mi punto de vista hasta que encuentren alguno convincente.
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